Fui al balcón de mi habitación y salté, ahogué un grito cuando empecé a caer, pero enseguida me elevé en el aire, echaba de menos volar, cuando llevaba un rato por ahí un niño me señaló, inmediatamente desaparecí, a tiempo para ver como su madre me buscaba, sin saber donde estaba, sin embargo, no aparecí en la cueva de Colette (ya me había acostumbrado a llamarla así) si no en un parque, un parque con juquetes para niños pequeños, y una gran zona de cesped, aquí jugaba de pequeña con Riley, los ojos se me llenaron de lágrimas, no entendía que hacía aquí, me giré y ví a Aarón en un banco, sentado con las piernas abierta y la cabeza bajada, como pensativo, me acerqué a él lentamente.
-¿Por qué me has llamado? ¿Por qué me has traido aquí?- dije con un hilillo de voz.
Me senté en el banco a su lado:
-¿Como has llegado aquí?
El suspiró y por un momento pensé en decirle que no hacía falta.
-Bueno.... es un poco larga... ¿Seguro que quieres que te la cuente?
Yo asentí.
-Esta bien... todo comenzó cuando yo tenía diez años, ahora tengo casi veinte asi que hecha cuentas. Un día tuve un sueño; un sueño en el que aparecía una mujer muy bonita, entonces a su lado aparecieron mis hermanos y la mujer me sonrió. Cuando desperté, mis hermanos; Marta y Álvaro habían desaparecido, mis padres estaban de los nervios. Supe exactamente quien los tenía, esa mujer del sueño. Una tarde, con la excusa de haber quedado con unos amigos, me escapé para buscarla pero no la encontré. Me senté en un banco, uno cualquiera de Madrid, todo lleno de gente con prisa. Me dí cuenta de que no la iba a encontrar, entonces se plantó delante mía, me dio la mano y al instante estábamos en otro lado.
Me dijo que era muy poderosa, y que a cambio de trabajar para ella mis hermanos estarían a salvo, ella me entrenó y lo demás es historia. Bueno, un día te dije que odio ver llorar, la causa de eso es que veía a Marta- me di cuenta de que hablaba en pasado, ¿donde estaría ahora Marta?- ella se echaba a llorar, siempre, todos los días. Era horrible ver como tu hermana de catorce años te abrazaba y decía que estaba pensando en quitarse la vida... por eso siempre estaba a su lado, no la dejaba sin vigilar nunca. Ese es el motivo. Y... no se si debería contarte esto, pero ya que me estoy sincerando...- sonrió tristementey me miró a la cara.
-¿Ves eso?- dijo señalándose un ojo- ¿el color plata? Es una broma pesada de Colette, se está extendiendo, dentro de poco tendré un ojo de color plata para siempre. Es una especie de... maldición. Cada vez que pienso, cojo la mano, beso o tengo contacto con Liz me duele todo el cuerpo y la sangre circula muy lenta- sonrió- Colette se asegura de hacerme la vida imposible.
-¿Sabe Liz eso?
-No.
-¿Y porque me lo cuentas a mí?
-No lo se, tu no se lo digas ¿vale?
Asentí, aunque no estaba muy convencida.
Poco a poco me alejé, y llegué a un puerto, estaba anocheciendo, y aunque tenía más libertad con Colette, se me acababa el tiempo, me senté al lado de una pequeña barca, con los pies colgando por encima del agua, y me eché a llorar, sentí algo raro, como que mis poderes iban menguando, al igual que mi capacidad para estar en un lugar al pensarlo. Entonces noté una mano que me cubría la boca y algo afilado en el cuello, y escuché una familiar voz en el oido.
-Esta vez no te me vas a escapar preciosa- dijo la voz de un hombre, la voz del hombre que había matado a Rayne, intenté crear una ráfaga de viento, y salir pitando de allí al pensar en mi habitación de ''La Cueva'', pero no funciono, el pánico me inundó, mientras el filo de una navaja apoyado en mi cuello me hacía un pequeño reguero de sangre y la voz en mi oido susurraba:
-Tus trucos no te servirán de nada esta vez.
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